LUZ
EN EL CAMINO
Fernando Lorente O.H. *
¿Dónde
está Dios?
DIOS ESTÁ EN EL CORAZÓN de quien lo pregunta si la pregunta es de corazón. El día 28 de noviembre pasado compartí sobre el tema "el dolor y sufrimiento humano", en una mesa redonda, en el seminario diocesano.
El dolor es el principal alimento del amor, y todo amor que no se alimenta con un poco - al menos - de dolor, muere. El hombre a quien el dolor no educa siempre será un niño.
Entre las preguntas que llegaron a la mesa,
la de siempre: "¿Por qué Dios permite tanto mal en el mundo?". Pregunta tan
antigua como es la existencia humana. Y, ciertamente, casi todos nos preguntamos
cómo siendo Dios infinitamente sabio y poderoso sucede este fenómeno. Aquí
debemos pensar que, si no ocurren estos males, por falta de sabiduría, bondad y
poder divino, tienen que ocurrir por mayores bienes que Dios conoce, quiere y
realiza a pesar y hasta por medio de esos males. La razón divina del mal es el
bien. Dios no se complace en desconcertar nuestros planes, sino en
rectificarlos. Los mejores planes son los divinos que sustituyen a los nuestros.
Recordando esta reflexión y otras, contesté a tan inquietante pregunta, con la realidad que me había ocurrido a la edad de 5 años y algunas más en la asistencia física y espiritual a los enfermos y familiares. Con este motivo he recibido llamadas rogándome que les enviara por escrito mi intervención que tanto había impresionado y tanto bien les haría a la hora de interpretar y vivir el sufrimiento humano por más doloroso que fuere. Y así lo hago refiriéndome sólo a la primera experiencia por la limitación que me exige este espacio periodístico.
Era el año 1926, yo tenía 5 años, una hermana
de 5 meses y un hermano con 15 años, cuando murió mi padre, otros tres hermanos
habían muerto muy pequeños. Entre las muchas personas que nos acompañaron en
aquel día, hubo un vecino, nuestro amigo entrañable, que se interrogaba: "Pero
¿qué querrá Dios con esto?". Pasamos los años con nuestra madre que en todo veía
la Providencia de Dios. Ella, consciente o inconscientemente, vivía esta gran
verdad: que los mejores planes son los divinos que sustituyen a los nuestros. Su
intenso trabajo y nuestra educación fue toda su preocupación. Y nuestro vecino
seguía viviendo con el mismo interrogante: ¿qué querrá Dios con esto? Mi hermano
siguió el camino de mi padre, formó una familia y mi hermana hizo lo mismo. Yo,
me decidí desde los 13 años (1934) por la vida religiosa de San Juan de Dios. En
1982, como todos los años en vacaciones, me encontraba con este nuestro querido
vecino, Don Francisco. En este año, con toda su bondad y sencillez que tanto le
distinguía, me dijo: "Fernando, te voy a manifestar algo muy singular: el día
que murió tu padre (1926), contemplando a tu madre y a vosotros, tan pequeños,
hice a Dios esta pregunta: ¿Pero qué querrá Dios con esto? Y ahora, después de
tanto tiempo, Dios me está dando la respuesta: que tú seas religioso de San Juan
de Dios, y te estés preparando para sacerdote de la misma Orden". Yo me quedé
muy impresionado. Y más con esta última reflexión. "Mira Fernando,
convenzámonos, Dios escribe recto con renglones torcidos. De haber vivido tu
padre, tú posiblemente no serías lo que ahora eres, hubieras sido como él, un
gran labrador castellano. No sé si te veré de sacerdote, ya estoy muy viejo". No
pudo verme, pues murió como un santo en 1984, unos meses antes de mi ordenación
sacerdotal rodeado del amor entrañable de sus hijos y nietos en quienes tenía
siempre puestas las mayores esperanzas. En mi primera Eucaristía, entre los
recuerdos de mis padres y familiares, también estuvo él con su esposa y lo sigo
haciendo con frecuencia. "Dios escribe derecho con renglones torcidos". Y
gracias a estos "renglones torcidos" estoy en Tenerife y con vosotros, amigos
lectores desde 1984.
* Capellán de la Clínica San Juan de Dios